Tenías nombre propio, amor... Tenías una sonrisa de esas que no se saben poner así como así. Tenías un olor que se restregaba con el viento, y se pegaba en mi ropa los viernes, a las nueve y treinta y tres de la mañana. Te fumaba, amor, te fumaba en ocho caladas y te apagaba en mi cuerpo, jodiéndome a quemaduras, y por eso ahora estoy marcada de cicatrices que sólo hablan de ti.
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Después de todo este camino,largo,con piedras enormes,he aprendido que lo que se va o bien vuelve o es porque algo mejor vendrá a llamar a la puerta de tu casa.